Llevo unos días distraído, apagado, pues no te encontraba... yo iba avanzando a mi aire hasta que me distraje y empecé a dudar de si realmente iba por el camino correcto. Paré, como he hecho otras veces y empecé a mirar por donde iban otros y a probar de seguirles... avanzaba unos pasos y nada, me daba cuenta de que ese no era mi camino, de que si realmente quiero avanzar lo tengo que hacer a mi ritmo, y de que si tengo que explorar y aventurarme por donde nadie ha ido antes lo tendré que hacer...
El pasado viernes tuve una experiencia que me ha llevado a escribirte esta carta. Verás, salimos de excursión mis hijos, mi amigo Angel, su hijo Marc y yo; el plan era subir en coche hasta el monasterio de Montserrat y llegar andando hasta el punto más alto de la montaña. Comencé bien y aunque la subida era fuerte iba aguantando, pero tras una hora y pico de caminar llegó un momento en que tuve que parar, no podía seguir... no me veía con fuerzas ni siquiera para retroceder. Los demás iban tirando pero yo no podía... mi amigo me preguntó si me encontraba bien y le dije que sí, que no se preocupara, que prosiguieran ellos y yo aprovecharía para descansar y que tras descansar un rato les intentaría seguir pero que no me esperaran. Así fue, ellos siguieron y yo me senté en una piedra, saqué la comida y mientras comía iba meditando que me pasaba y porque. Mi ritmo no era ese, aunque mis hijos lo aguantaran yo no podía seguir a ese ritmo, pero quizás podría llegar arriba del todo si me lo tomaba con calma y seguía a mi aire... o al menos intentarlo. Y así lo hice, tras comer y descansar un rato decidí proseguir... ya no me costaba tanto, no tenía que seguir a nadie... Aunque me notaba cansado podía seguir y de hecho conseguí llegar a la cumbre, me costó pero mucho menos de lo que me imaginaba antes de proseguir en solitario. Tan sólo tenía claro una cosa, que lo iba a intentar y que si no llegaba no pasaba nada, pero la intención que tenía era la de llegar hasta arriba costara lo que me costara... Aunque mi hijo pequeño y su amigo se reían cuando se lo explicaba o cuando me veían abrazarlos, estoy seguro de que los árboles también me ayudaron (ellos también forman parte de ti); también me ayudó el hecho de que mientras estaba sentado observé que habían varias colillas a mi alrededor, y así que empecé a recoger las colillas que me iba encontrando para depositarlas en un papelera (esto fue otro aliciente más), pues no me gusta ver como otros te ensucian...
Querido camino, esta experiencia me ha servido de mucho... Me ha servido para darme cuenta de que si pretendo avanzar al ritmo de otros no podré seguir porque su ritmo no es el mío. Me ha servido para darme cuenta de que si me comparo con otros tampoco podré seguir porque sus vivencias no son las mías y su forma física tampoco. Me ha servido para darme cuenta de que cuando avanzo sólo soy mucho más fuerte de lo que pienso. Me ha servido para darme cuenta de que tú y yo somos uno sólo; así que ya sabes, sigue dándome pistas que no pienso abandonarte... Querido camino, tú sabías que volvería a ti y yo también lo sabía... hoy empecé otra vez un camino que ya lo tenía abandonado pero sabiendo que no lo tengo que volver a tomar, un camino que conozco y del que guardo muy buenos recuerdos pero que ya forma parte de mi pasado, pero eso ya lo contaré otro día...
josé maría
DÍAS INVISIBLES
Hace 4 horas
5 comentarios:
El corazón nos va marcando el paso. Hay que seguirlo. Dejar fluir, sin prisas. Efectivamente no todos tenemos el mismo ritmo, importante no es tan solo llegar a la meta y el tiempo que tardamos en hacerlo, sino llegar, pero disfrutando el camino y si de paso vamos realizando acciones, mejor que mejor.
un besito José María
MUY BUENO, TENDRIA QUE TENER UN DIA DE ESTOS UN DIALOGO ASI CON MI CAMINO!!!!!!!!!!!
GRACIAS
BUENA IDEA ME HAS DADO!!!!!!!!!! vere que sale de ella!
un abrazo y genial entrada , me ha servido de mucho en estos momentos encararla asi!
¿Sabes lo bueno que tiene leerte? Que nos descubres tu yo verdadero Jose María, y eso, al menos a mí, me da fuerzas y alimenta, amigo y vecino. Al igual que recogiste aquellas colillas, recoge también los besos que esparzo entre tus letras con tanto cariño.
Yo no puedo caminar con tus zapatos (me van grandes), ni tú con los mios (te apretarán)...
Yo debo andar mi camino y tú el tuyo, y mientras andamos los dos descubriremos porquè nuestros caminos son diferentes, aunque parecidos a veces,
otras se cruzaran durante un tiempo... o una vida, quien sabe...
Seguir tu propio camino es también seguir tu propio ritmo, y tus propios sueños...
Te deseo un largo camino por la vida...
Un abrazo,
Maria.
Saludos, Jose María. Tu camino se alegra de que lo trates con tanto cariño.
Un abrazo.
Pere Feliu
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